Decía
Thomas Mann en sus diarios que «las
impresiones más importantes, las que han de redundar en beneficio
del trabajo, han de ser recogidas y llevadas directamente al sueño».
No sé, pero es posible que ello le produjera tanto insomnio como
padeció durante su existencia. ¿O era otra la causa?, ¿su doble
vida?
En tan sólo
cinco años, entre 1905 y 1910, el joven matrimonio compuesto por el
afamado escritor Thomas y por Katia, hija de la acaudalada familia de
origen judío Pringsheim, trajeron al mundo en Munich, donde se
habían establecido, los cuatro primeros de sus seis hijos: Erika,
Klaus, Golo y Monika que iban a resultar a un tiempo notables y
conflictivos. Los cuatro escucharon a su padre leerles entre otros
escritores a Tolstói, Dostoievski, Mark Twain y Goethe —no a
Cervantes pues a Thomas Mann le aburría soberanamente el Quijote.
También para ellos escribió cuentos que llegaron a ser publicados,
y, por tanto, no es extraño que teniendo además un tío también
escritor, los cuatro fueran pronto aficionados a escribir y alguno de
ellos como Klaus, el segundo, llegara a brillar con intensidad en el
mundo de las letras. Elisabeth y Michael llegarían ocho y nueve años
más tarde, y aunque la primera también se sintió tentada por la
escritura, al último le llamó la música (el violín) y la
enseñanza. Fue él, sin embargo, quien veinte años después de la
muerte de su padre nos «abrió» los diarios, y finalmente pudimos
«saber». Dentro de las tendencias autoaniquiladoras de esta
enigmática familia, Michael también se acabó suicidando como antes
lo habían hecho sus tías Carla y Julia (esta se ahorcó), y su
hermano Klaus.
En Relato
de mi vida dejó escrito Thomas Mann que
«...el escribir me parece siempre una especie
de ociosidad apasionada y como una sustracción atormentadora
a tareas más felices».
Es seguro que los
hijos de Mann no acabaron odiando a su padre exclusivamente por aquel
silencio que Katia rígidamente les imponía cuando ellos estaban en
casa y él se dedicaba a escribir en una «ociosidad apasionada» y
una «sustración atormentadora». No obstante «el mago», como lo
llamaban entre ellos, debía tener algunos peculiares rasgos en su
trato con los hijos, puesto que sus relaciones con él fueron tensas
e insoportables y aquellos llegaron a detestarle; ¿se trataba de que
era «susceptible como una prima donna y vanidoso como un tenor...,
egocéntrico y presumido, frío, desconsiderado y, a veces, incluso
cruel»?(1) Fueran estas en parte o no las razones, todos vivieron de
las ayudas de «el mago» casi el resto de sus vidas, incluido Klaus
a pesar de poseer un talento literario más que excepcional.
Fue Klaus
junto con Heinrich su tío, e indudablemente su propio padre, los que
dieron renombre al apellido Mann tanto en la literatura germánica
como en la universal. En su libro autobiográfico titulado Cambio
de rumbo, el último de los publicados de la
aproximadamente media docena de obras escritas —precisamente este
en inglés y en plena guerra mundial siendo miembro de las fuerzas
norteamericanas— y del cual la versión posterior revisada y en
alemán no pudo llegarla a ver como consecuencia de haberse suicidado
poco después de cumplir los cuarenta años, en ese libro de
memorias, digo, se pregunta el mismo Klaus: «De
dónde proviene la diversidad de rasgos y tendencias contradictorios
que componen nuestro carácter? (...) ¿De dónde proviene este
desasosiego en mi sangre? Y ello después de
reconocer que en su familia existía un leitmotiv:
una «simpatía con la muerte» que a todos
les inundaba, incluso a su propio padre.
Lástima
que el talento de este joven autor, ensayista y novelista, se
malograra tan temprano con su muerte. ¡Qué diferente prosa
comparada con la de su padre! En Klaus todo es pasión y arrebato a
diferencia de la calculada perfección tan alejada de radicalismos de
aquel. Y qué diferencia también en cuanto al enfoque de la
existencia. Atenazado entre su homosexualidad y el deseo de morir,
debatiéndose entre sus crisis personales y sus deseos de abrir su
corazón o, en otras palabras, de confesar los problemas que le
torturaban, no se preocupó desde el primer momento de ocultar
aquella, sino por el contrario de reivindicar el derecho a una
sexualidad distinta; hasta se podría hablar de Klaus como uno de los
precursores del hoy mundialmente conocido como «orgullo gay».
Digamos tan sólo que en la considerada su mejor obra, Mefisto,
fue en la única en la que no hizo citas
manifiestas de esta inclinación; tampoco el tema se prestaba
demasiado a ello.
Con Erika,
su hermana mayor, formó un tándem durante la mayor parte de su vida
hasta el momento en que aquella dio un giro a la suya en defensa de
la obra del padre. ¿Qué relación les unió durante tantos años?
Se habla de analogía entre la de sus tíos Heinrich y Carla en su
juventud; ¿incestos tan sólo deseados?, ¿o quizás únicamente la
necesidad de sentir a Erika como una madre, un cobijo que en algunos
momentos de su infancia a Klaus le faltó? «El tema del amor entre
hermanos recorre las obras de Heinrich Mann y de Klaus Mann. Es
descrito como un tabú que, una vez violado, conduce a la
perdición»(2). Lo cierto es que juntos recorrieron medio mundo
haciendo teatro, escribiendo guiones, artículos periodísticos y
dando conferencias, y ella incluso cubriendo información como
corresponsal de guerra en lugares de gran peligro.
Las drogas,
consecuencia final de aquel «desasosiego de su sangre» llevaron a
Klaus al suicidio años después de acabada la segunda guerra mundial
en la que había participado como soldado norteamericano, siempre por
supuesto en unidades de propaganda e información. Quizás nos ha
faltado decir que toda, o casi toda la familia Mann pasó a ser
norteamericana tras el estallido de aquella, y en aquel país
vivieron a costa prácticamente del hermano famoso y premio Nobel de
literatura; aunque Klaus, desdeñando a aquel país y anhelando
Europa volvió a ella. Al enterarse Thomas de su muerte en Cannes no
fue capaz de experimentar el menor dolor; en su diario consignó fría
y escuetamente que se había tratado de «un acto irresponsable»;
eso fue todo.
Pero nos
faltaba hablar de Golo considerado en su infancia y pubertad otro
«idiota de la familia» como Flaubert. No agraciado físicamente,
poco hábil, extraño y con complejos..., su padre apenas podía
disimular su decepción: «Es tremendamente
torpe...». Sin embargo estaba en un error;
Angelus Gottfried Thomas Mann, conocido como Golo por ser ese el
vocablo que cuando era niño le salía al pronunciar su propio
nombre, se convirtió en un notable ensayista e historiador sin
descuidar el mundo literario, y prueba de ello fueron los dos
prestigiosos premios recibidos: el Georg Büchner y el Goethe, este
último treinta seis años después de haberlo recibido su padre. Fue
posiblemente él quien más lo detestó; en su libro de memorias
escribe: «Él era capaz de proyectar un aura
de bondad, pero nosotros, en su mayor parte, sólo experimentamos el
silencio, la severidad, el nerviosismo y la ira».
¿Se debió a ello que Golo
Mann comenzó sobre todo a «despegar» al morir su padre? A partir
de ese momento, ya cerca de los cincuenta años, comenzó su
consagración como intelectual, especialmente como historiador y
ensayista político; se ha llegado a decir que la muerte de su padre
le dio la vida como escritor. Como su hermano Klaus formó parte del
ejército norteamericano durante la segunda guerra mundial, pero a
diferencia de él mantuvo oculta su homosexualidad durante toda su
vida, la cual vino a reconocer poco antes de morir a los ochenta y
cinco años durante un entrevista.
Monika, la
cuarta, tuvo una vida más sosegada si exceptuamos el naufragio del
barco en el que con su esposo viajaba a Estados Unidos hundido por un
submarino alemán; ella se salvó y él pereció. Superado ese golpe
y otras crisis se dedicó a escribir en Italia, lugar en el que
rehizo su vida. ¿Y de Elisabeth?, ¿no diremos nada? Únicamente que
fue siempre la «niñita» de Thomas y que también llevó a cabo
diferentes trabajos literarios además de los muy variados escritos
profesionales.
* * *
Pocas
pinturas rupestres representan a la mujer acompañando al hombre
durante la caza; pero las hay. Nos vienen a decir que siempre hubo
féminas que además de cuidar de la prole y de preparar la comida
para el marido cazador, se aplicaron también a la tarea que él
desempeñaba; lo apoyaron en su esfuerzo por colocar la trampa y
traer el venado a la cueva.
Por una
carta dirigida a su hermano Heinrich sabemos lo que Thomas Mann opinó
sobre Katharina Pringsheim —Katja la llamaba él— poco después
de conocerla en su casa de Munich: «Los
Pringsheim son una experiencia que me colma. (...) Katja, una
maravilla, algo indescriptiblemente raro y valioso, un ser cuya mera
existencia vale por la actividad cultural de quince escritores o
treinta pintores...». Esta vez «el mago»
—yo en esta ocasión lo llamaría «el vidente»— no se
equivocaba.
En forma
parecida a Christiane y Nora en sus relaciones con Goethe y Joyce,
pero en este caso con una diferencia manifiesta pues Katia estaba en
posesión de una gran cultura y educación, Thomas Mann tuvo la
suerte de encontrar la mujer ideal para llevar a cabo su trabajo,
para culminar el éxito descollante que como escritor había
conseguido con su primera novela.
Katia
se dedicó durante su matrimonio a promover y apoyar la imagen de su
marido y su carrera como escritor. Ella fue, además de esposa y
madre su ayudante, su secretaria, su consejera y su secretaria. Y a
pesar de todos los defectos de carácter de él y de su
homosexualidad oculta y refrenada, debió amarlo. Indudablemente lo
admiró y le infundió su aliento.
¿Deseáis
saber lo que Thomas le escribía en su noviazgo? Es necesario leer su
novela Alteza real. Cuando
se dedicaba a su redacción le pidió a Katia las cartas de amor que
le había escrito para utilizarlas en la novela.
Es
hermoso conocer lo que aquel gigante de las letras pensaba sobre
ella: «Yo no sé de que manera esta vida
habría podido mantenerse tal como ha sido, sin la asistencia sabia,
valerosa, suave y enérgica a la vez, de esta extraordinaria mujer».
¡Qué
pena que con tan sólo estas pocas y mal pergeñadas líneas hayamos
tratado de compendiar la vida y la obra de una familia tan
excepcional!
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(1)
Reich-Ranicki, Marcel: Thomas Mann y los suyos
(2) Krül,
Marianne: La familia Mann