domingo, 27 de febrero de 2011

Día Siete: ¿Idiota igual a bueno?


Ya vimos lo que Freud dejó escrito sobre nuestro hombre. Fromm dijo de él que fue de los que describieron el carácter en sentido dinámico. A los dieciocho años el mismo Dostoievski escribe en una carta que «...el hombre es un enigma». Se ocupó de ese enigma toda su vida, y para ello esta le fue brindando todas las oportunidades y le descubrió «la falta de sentido que aparece cuando se debilita la fuerza vinculante de las respuestas al «para qué» de la vida y del ser, lo cual sucede a lo largo del proceso histórico en el curso del cual los supremos valores tradicionales que daban respuesta a aquel «para qué» —Dios, la Verdad y el Bien— pierden su valor y perecen, generando la consideración de insensatez en la cual se encuentra la sociedad contemporánea».(1)





No puedo dejar de traer aquí lo que Dostoievski es para Baroja: «...un enfermo genial que hace la historia clínica de los inconscientes, de los hombres de doble personalidad, a los cuales ve mejor que nadie, porque su psicología entra en parte integramente dentro de lo patológico, y en parte, en la máxima clarividencia. Se comprende que Dostoievski pueda ser aprovechado por los psiquiatras, porque es el hombre que ha puesto la mayor atención en las anomalías del espíritu. Éstas le atraen porque participa de ellas». Anomalías del espíritu, no lo olvidemos.
El idiota —novela apostillada como la «salvación individual» tras Crimen y castigo cuyo objeto sería la «culpabilidad individual»— la leí hace ya años aguijoneado por una declaración del autor en una de sus cartas: «Ya hacía mucho tiempo que se me había ocurrido una idea; pero me arredraba la de hacer de ella una novela, pues el argumento es bastante difícil, y no estoy yo preparado para tocarlo, con ser tentador y gustarme a mí mucho. Esa idea es... la de presentar un hombre completamente bueno». Llegó a hacer de su idea una novela. Ese hombre completamente bueno resulta ser un príncipe idiota llamado Mischkin.
Dice Marina: «Si hacemos caso de sus confesiones, los autores suelen comenzar teniendo una idea muy vaga de lo que pretenden conseguir (...) se sabe que la creación artística puede considerarse como la solución de un problema. Lo que oscurece el asunto es que ni siquiera el autor podría precisar el problema que quiere resolver con su obra, ya que, de hecho, cuando la comienza sólo posee un esbozo vacío, casi un presentimiento. (...) La tarea creadora tiene comienzos humildes».(2)

   El idiota es una historia que nace así. Indudablemente este fue el caso de nuestro autor; críticos ha habido que han señalado que tras la Primera Parte de la novela se tiene la sensación de que Dostoievski no sabe cómo seguir.
Su acción transcurre en Rusia, los protagonistas son rusos, se va publicando por entregas en un semanario de allí: El Mensajero Ruso, y todo va sucediendo en la misma época en que se publica; sin embargo va siendo escrita mientras él y su mujer viajan por Europa. Cuando Dostoievski la inicia han pasado ya al menos cuatro años después de la última carta a su hermano Misha; la comenzó en Ginebra y la finalizó en Florencia en 1869. El protagonista sufre también de epilepsia como su autor (me parece que no hay novela suya en la que no haya un epiléptico) y se relatan hechos de la vida de él; sin ir más lejos en su Parte Primera, en el capítulo V, Dostoievski relata en palabras de Mischkin su «simulacro» de fusilamiento como si lo hubiera sufrido un individuo conocido del príncipe: «...había sido conducido, juntamente con otros, al cadalso, y le habían leído la sentencia condenándolo a muerte: fusilado, por delito político. Veinte minutos después le leyeron también el decreto de indulto, (...) afirmaba que jamás olvidaría nada de aquellos instantes...» Y narra minuciosamente todo lo sucedido.

  El idiota que yo leí consta de setecientas páginas; para gozarlo plenamente tuve que elaborar un drámatis personae puesto que son más de veinte los personajes que desfilan por ellas. A lo largo de la lectura me sentía obligado a ir consultando cada dos por tres quien era el personaje sobre el que estaba leyendo puesto que el autor se refiere a ellos unas veces por su nombre de pila, otras por su apellido y las más de las veces por el nombre familiar o por el diminutivo que, a veces, algunos hasta tienen más de dos; en Los Hermanos Karamázov, para Alexiéi, el hermano menor, Dostoieski utiliza hasta cuatro (Aliosha, Liosha, Lióshechka y Alióshenka); por cierto que siempre he encontrado ciertas concomitancias entre aquel Alexiéi, y el príncipe Mischkin o el idiota: «Alexiéi pertenecía a esa clase de jóvenes que son como los benditos...» (...) «un filántropo» (...) «amaba al prójimo» (...) «lo admitía todo sin reprobar nada» (...) «nunca recordaba las ofensas», o lo que es lo mismo: «un hombre completamente bueno». En el ejemplar del que dispongo de aquella novela se aclara a pie de página que «bendito» en ruso es yuródivi, palabra, se dice, que se puede traducir por «imbécil», «idiota», «inocente», «simple»; eso es lo que representa ser el príncipe Mischkin en la novela.
Indudablemente, para escribir la obra debió elaborar una lista de personas con todo detalle no sólo en cuanto a su identificación sino a sus rasgos físicos, carácter e historia personal que, lógicamente, consultaría frecuentemente a medida que escribía.

* * *
Mas tratemos de responder a la pregunta con la que encabezamos estas líneas. En la novela parece que se quiere decir que en la sociedad materialista (la europea de su época y no la rusa), a un hombre justo, santo, se le considerará siempre idiota por darle un supremo valor a la bondad, la abnegación, la honestidad y el altruismo.
Por otra parte, algunos críticos encuentran que el príncipe Mishkin experimenta simpatía hacia el sufrimiento y las penas ajenas al tiempo que reprime sus agresivos sentimientos y se siente culpable; experimenta que es mejor ejercer la violencia sobre uno mismo que sobre los demás (masoquismo), que vale más la esclavitud que la dominación. Algo que forma parte de la doble personalidad—«anomalía del espíritu» que decía Baroja— de Dostoievski.
La verdad es que el príncipe no hace que la vida sea mejor para ninguno de los que va conociendo, y, por otra parte, él tampoco parece que consiga sentirse mejor: termina idiota total.
¿Qué es lo que quiere decirnos Dostoievski? Si es que quiere retratar a un santo, entonces, ¿el más cristiano es el más necio? ¿Eso es lo que nos quiere transmitir? De acuerdo con ello se puede sacar la conclusión de que un sanatorio psiquíatrico es el lugar más idóneo para un hombre bueno como el príncipe Mischkin. Quizá aquel mismo lugar en el que se encontraba, en Suiza, en el que había pasado cuatro años por motivos de salud y del que acababa de salir al comienzo de la novela.

     Sé que existe un epistolario del mismo Dostoievski sobre esta obra, pero no lo he podido encontrar. ¡Cómo me gustaría echarle un vistazo!
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(1) Volpi, Franco. El nihilismo
(2) Marina, J. Antonio, Teoría de la inteligencia creadora