miércoles, 16 de marzo de 2011

Día Nueve: Soñar despierto; sueños diurnos


Cuántas veces nos habremos preguntado leyendo una novela cómo se le ocurrió a su autor la idea de escribirla; tan sólo la idea, la primera idea. Por qué se le ocurrió esa y no otra.
     Escribía Freud que "Los profanos sentimos desde siempre vivísima curiosidad por saber de donde el poeta, personalidad singularísima, extrae sus temas y cómo logra conmovernos con ellos tan intensamente y despertar en nosotros emociones de las que ni siquiera nos juzgábamos acaso capaces". Y algo más adelante precisa: "El poeta hace lo mismo que el niño que juega: crea un mundo fantástico y lo toma muy en serio".
     Es esa quizás una gran verdad. El escritor bucea aquí y allí, rememora sucesos de su vida, contempla hechos que le impresionaron... El verdadero escritor, el escritor de raza no se dice nunca a sí mismo: "Voy a escribir una novela sobre tal asunto porque creo que se va a vender muy bien". No; "Es el ánimo biográfico del autor el que, a partir de las propiedades de un suceso, inventa la posibilidad de que se convierta en novela". (1)
     Algo que con otras palabras, en su artículo titulado El poeta y los sueños diurnos, explica Freud: "Un poderoso suceso actual despierta en el poeta el recuerdo de un suceso anterior, perteneciente casi siempre a su infancia, y de este parte entonces el deseo, que se crea satisfación en la obra poética, la cual del mismo modo deja ver elementos de la ocasión reciente y del antiguo recuerdo". Quiero hacer hincapié en que dice "un suceso anterior perteneciente casi siempre a su infancia", pero que puede ser de ayer mismo. Y, ¿es siempre la primera chispa creadora un suceso?
     No siempre ni exactamente. Están además los sueños que el mismo Freud llamaba "diurnos", ese fantasear estando despierto, como lo haría un niño. Escribía Victoria Nelson que "Soñar despierto y fantasear son actividades esenciales para el proceso creativo. Constituyen la experiencia previa a la creación, el período de incubación que precede al acto artístico" (2) que es más o menos lo que Freud trata de demostrar en aquel artículo: que todo hombre tiene sus ensueños, sus "sueños diurnos" o fantasías. Unos los confiesan al médico, son los enfermos nerviosos; otros trasladan ese mundo de fantasía al papel. Y añade: "Los instintos insatisfechos son las fuerzas impulsoras de las fantasías, y cada fantasía es una satisfacción de deseos, una rectificación de la realidad insatisfactoria"; "...en muchas de las llamadas novelas psicológicas sólo una persona, el protagonista, es descrita por dentro: el poeta está en su alma y contempla por fuera a los demás personajes. Acaso la novela psicológica debe su peculiaridad a la tendencia del poeta moderno a disociar su yo por medio de la autoobservación en "yoes" parciales, y a personificar en consecuencia en varios héroes las corrientes contradictorias de su vida anímica".
     
     Pero escuchemos a Rilke según nos lo cuenta Marina:
     "Para escribir un solo verso, hay que haber visto muchas ciudades, muchos hombres y muchas cosas; hay que conocer a los animales, hay que haber sentido el vuelo de los pájaros y saber que movimientos hacen las flores al abrirse por la mañana. Hay que tener recuerdo de muchas noches de amor, todas distintas, de gritos de mujer con dolores de parto y de parturientas, ligeras, blancas y dormidas, volviéndose a cerrar. Y haber estado junto a moribundos, y al lado de un muerto, con la ventana abierta, por la que llegarán, de vez en cuando, los ruidos del exterior. Y tampoco basta con tener recuerdos. Hay que saber olvidarlos cuando son muchos, y hay que tener la inmensa paciencia de esperar a que vuelvan. Pues no sirven los recuerdos. Tienen que convertirse en sangre, mirada, gestos; y cuando ya no tienen nombre, ni se distinguen de nosotros, entonces puede suceder que, en un momento dado, brote de ellos la primera palabra de un verso".
     Y uno entonces no sabe ya a que carta quedarse.
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(1) Marina, José A. Obra citada
(2) Nelson, Victoria. Sobre el bloqueo del escritor