lunes, 13 de junio de 2011

Día Veintiuno: Sobre la denominada literatura de la memoria

Todo escritor es esencialmente memoria: autobiografía, diarios, vivencias, sucesos de su vida...; se dice que la misma novela es literatura de la memoria. ¿Es ello cierto? He considerado que podía ser atractivo hablar sobre este tema tras haber sido mencionado en la última "entrada".
     Sobre este género de literatura se ha dicho de todo: que no es literatura; que se trata de literatura en decadencia; que es un gran tipo de literatura; que es tan sólo una salida fácil para el escritor sin ideas; que supone un esfuerzo psíquico y literario muy exigente y a veces titánico; que la verdadera biografía de un escritor son sus obras de creación; que todo escritor debería atreverse con su autorretrato.
     Lo cierto es que han sido muy pocos los escritores que no quisieron o no se atrevieron ni decidieron abordar este tipo de escritura: tanto los diarios como la autobiografía o sus memorias. Se diría que tan sólo una minoría de ellos.

     Comencemos por los diarios:
     Mann, Thomas Mann por ejemplo, era uno de los que llevaba diarios; primero de todo hay que señalar que la versión de los que escribió se estima que ocuparía más de ocho mil páginas. Los publicados, sin embargo, -al menos los conocidos por mí- comprenden tan sólo dos volúmenes y van desde 1918 a 1939. En mi opinión son unos diarios minuciosos y sinceros; ¡conocemos hoy mediante ellos tantas cosas sobre este gigante de la literatura! A través de esos diarios nos enteramos de infinidad de detalles que jalonaron su vida tanto en su faceta literaria o simplemente como persona. Desde que acostumbraba a escribir sus manuscritos sobre papel rayado con renglones muy separados para así poder efectuar con holgura las revisiones -Darwin también lo había hecho- hasta que a veces dictaba capítulos enteros de sus novelas en la "oficina de estenografía", y ello sin olvidar a los autores que está leyendo -o posiblemente volvía a leer- a los sesenta y tres años: Tolstói, Bernanos, Dostoievski... ¡Goethe, al que pensaba suceder!
     Pero sorprendentemente Mann nos descubre también en ellos mucho sufrimiento y desdicha, o aquel "alimento de los héroes" al que se refería Borges. Oculta tras una vida en aquellos años aparentemente envidiable y apasionante, la mayor parte de ella transcurrida en Norteamérica, una vida de viajes, de una actividad literaria y social inusitada -triunfo literario, amigos, ensalzamiento por su oposición al nazismo, laureado con el Nobel, exilio voluntario, conferencias, ruedas de prensa, agasajos, admiración y respeto-, oculta tras esa vida, como digo, Mann nos confiesa su otra existencia con enormes depresiones, con sus angustias y sus náuseas. No omite confesar que llora frecuentemente a solas arrastrando su problema de homosexualidad el cual su mujer conoce y soporta, y al que se refiere a menudo en esos diarios.
     Hemos citado al gran Goethe; pues bien, escuchémosle: "El legado más útil que podamos dejar a la posterioridad son nuestras confesiones, hemos de descubrirnos como individuos, hemos de decir lo que pensamos, lo que creemos...". Mann le hizo caso, aunque he de puntualizar que sus Diarios y anales, los de Goethe, me decepcionaron; en ellos no se descubre ni dice lo que piensa ni en lo que cree, se limita a relatar como un notario, año tras año, los hechos desnudos, sin pulso ni pasión, que le vinieron sucediendo. Otra cosa es su autobiografía publicada bajo el título Poesía y verdad, aunque lamentablemente tan sólo relativa a su juventud y poco confesional.

     A mí me gustaría añadir aquello de Umbral acerca de que "El buen lector casi siempre se busca a sí mismo en los libros que lee; entonces, donde mejor se puede uno buscar a sí mismo es en el diario íntimo de otro escritor"; si ello es cierto, si de alguna forma mediante la lectura nos buscamos a nosotros mismos, creo que no deberíamos despreciar nunca el diario de un hombre de letras.
     Siempre he pensado que eso de escribir diarios -algo que siempre nos ha sonado a actividad de colegiala- es algo así como ir metiendo cosas, sin darnos cuenta, en la "papelera de reciclaje" del ordenador. Todo lo que vamos "eliminando" en la vida cotidiana mientras la vivimos se nos va quedando en los diarios que vamos escribiendo. No se olvida definitivamente de esta forma un autor, un pensamiento, un libro, un suceso que intensamente nos haya afectado. Creemos que lo hemos "borrado" de nuestra memoria pero siempre nos queda esa "papelera-diario".

     Por algunos intelectuales se ha considerado que el diario no pertenece al género memoralista al que estamos llamando literatura de la memoria. Se fundamentan en que aquellos, los diarios, no han sido escritos después de sucedidos los hechos. No sé...; yo siempre he entendido que forman parte de una misma familia. ¿Nos hemos parado a pensar que muchos escritores compusieron su autobiografía e incluso una gran novela a partir de sus diarios? Cansinos Assens, por ejemplo, mediante una gran labor posterior de reescritura elaboró a partir de unos diarios suyos La novela de un literato; pero son mucho más frecuentes los casos como este. Cuando estamos escribiendo una entrada en un diario estamos reflejando la realidad o circunstancia en la que nos encontramos: sentimientos, estado de ánimo, experiencias y, posiblemente, recientes y pasadas vivencias. Proust escribió que "Lo que llamamos la realidad es cierta relación entre las sensaciones y los recuerdos que nos circundan simultáneamente". ¿No se ha escrito hasta la saciedad que lo que persigue el escritor es comunicar "su verdad", "su minúscula pero íntima verdad"? ¿No son aquellas sensaciones y recuerdos su auténtica verdad en uno de los momentos de su vida?
     Cuando leí los Diarios de Jovellanos -"considerados entre lo mejor de la prosa autobiográfica española"- en su Estudio Preliminar se decía que el impulso de todos los escritores de diarios radicaba en "el deseo de descubrir los resortes de su personalidad y el de conservar noticia de sus experiencias vitales". Me sirve. ¿Para qué más?

     Permítaseme finalizar parafraseando nuevamente a Umbral hablando sobre los diarios de un escritor: "¡Nos interesan porque son de un escritor! (...) Yo no leo para conmoverme con los problemas de un señor; leo para ver una mente literaria en funcionamiento".  
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