Contaba
Freud veinticinco años cuando fallecía Dostoievski. ¿Que por qué
razón traigo hoy aquí, junto al padre de la novela psicológica, al
padre de la psiquiatría? Pues no sólo porque pienso que ambos
tenían ese nexo de lo psíquico en común sino por más razones. Por
ejemplo, ambos dejaron escrito en su juventud algo muy parecido:
«...el
hombre es un enigma (...) yo me ocupo de este enigma porque deseo ser
hombre». Dostoievski
«...se
convirtió en predominante en mí la exigencia de comprender en
cierta medida los enigmas del mundo que nos rodea».
Freud
¡Enigmas!
Siempre he contemplado a estos dos hombres como dos almas
complementarias. Freud, al igual que Dostoievski no quiso dejarnos
diarios: «He destruido todos mis diarios
íntimos. ¡Que se lamenten los biógrafos! No tengo ningún deseo de
hacerles la tarea fácil; cada uno de ellos tendrá razón, en su
manera personal, de explicar la vida del héroe».
Sabemos que Freud, al igual que aquel, recogía los datos a partir de
su propia experiencia. Se diría que el primero puso en marcha la
máquina del psicoanálisis en la que Dostoievski, sin darse cuenta,
había estado profundizando interiorizadamente.
Pero
un punto trascendental, creo yo, es conocer las razones que llevaron
al padre de la psiquiatría a definir a Dostoievski como un ejemplo
claro en el que se había dado el complejo edípico sin haberlo
superado. No fue únicamente la lectura de Los
hermanos Karamázov y el estudio de los
personajes que allí se describen, junto con sus actuaciones, las que
llevaron a Freud a esa conclusión. Es verdad que los biógrafos del
autor han descrito al padre de Dostoievski como un tipo raro, violento,
iracundo y tiránico además de avaro, y que en la novela él mismo retrata
a Fiódor Pávlovich Karamázov
como «un tipo raro,
(...) ruin y disoluto, (...) torpe, (...) amigo de comer en mesa
ajena, (...) empeñado en hacer vida de gorrón, (...) torpemente
insensato (...) un insignificante "maula", (...) bufón
maligno. (...) hombre en extremo lujurioso» el
cual, además, llevaba «a
su casa, estando en ella la esposa, otras mujeres, y allí se
organizaban orgías». También
es muy cierto que en la novela sucede que es Iván el único responsable ideológico, y principal culpable del asesinato de su padre por Peter Smerdiakov (que sufre como Dostoievski ataques epilépticos), y que es Iván, también como Dostoievski, el segundo hijo. Son realmente significativas las
coincidencias entre el personaje Iván y el autor de la novela.
Sin
embargo se da la circunstancia de que antes de aparecer publicado el
ensayo de Freud Dostoievski
y el parricidio, tuvo
el mismo Freud conocimiento de un breve estudio sobre la personalidad
y creatividad de Dostoievski publicado en una revista por el alemán
Jolan Neufeld. En aquel estudio se terminaba diciendo: «Cuando
estudiamos la vida de este gran escritor a la luz del psicoanálisis,
comprobamos que su carácter, formado bajo la influencia de la
relación con sus padres, su vida y su destino dependieron totalmente
de su complejo de Edipo y fueron determinados por éste»(1)
Recientemente,
en su magnífica obra titulada Dostoievski
y el proceso de la creación literaria, Jacques
Catteau asegura textualmente que «Freud tomó y aceptó las
conclusiones de Neufeld y las expuso en su famoso ensayo Dostoievski
y el parricidio», en el que identifica
plenamente a Dostoievski como una persona que no logró nunca superar
el mencionado complejo. No obstante Catteau hace también un especial
comentario: «Este estudio puede dar una idea de la utilización del
uso del psicoanálisis para clasificar algunos protagonistas de sus
novelas, pero puede dificilmente deducirse que estos personajes
representen a su creador (...) es muy arriesgado psicoanalizar a un
autor muerto».
No sé que pensar. Hasta la saciedad se ha dicho que se escribe siempre sobre uno mismo, y, hasta Neufeld aseguraba que un escritor no puede describir o representar otra cosa que sus propios conflictos subconscientes.
No sé que pensar. Hasta la saciedad se ha dicho que se escribe siempre sobre uno mismo, y, hasta Neufeld aseguraba que un escritor no puede describir o representar otra cosa que sus propios conflictos subconscientes.
*
* *
Ya
hemos hablado de la admiración de Freud por la obra Los
hermanos Karamázov, la cual consideraba
«la novela más acabada que jamás se haya escrito»; tan
sólo nos falta señalar que para él Dostoievski estaba
literariamente tan sólo a unos pasos por detrás de Shakespeare.
Pero
hay más: Sigmund Freud fue también un gran escritor, y aunque lo
suyo no era la novela llegó a ser propuesto como candidato al Premio
Nobel de Literatura; yo me atrevería a decir que Freud escribía
como los ángeles —si es que los ángeles supieran escribir. Nos
consta, además, que era un lector ávido de toda clase de lectura,
incluso de novela policíaca. En La vida
cotidiana de Sigmund Freud y su familia(2),
una obra amable que recomiendo leer y que fue escrita a través de
los recuerdos de una sirvienta singular de los Freud llamada Paula
tras ocho años de entrevistas con el autor, confiesa ella que «a
Freud le gustaba la literatura policíaca; leía a varios autores
ingleses de ese género, entre ellos Sherlock Holmes y Agata
Christie». Recuerda su sirvienta a propósito de ello que el
profesor predecía casi siempre quién era el asesino, pero si
resultaba que era otro se enfadaba.
Pero
decíamos que Freud escribiendo era impecable; y esa es la palabra.
¡Da gusto descubrir a un autor! Uno de los que nos descubrió a Freud
como escritor fue Ortega y Gasset. Si Nietzsche
antes de escribir su Genealogía
de la moral quedó
fascinado por el novelista ruso —«Salvo
Stendhal nadie me ha proporcionado tanto placer y sorpresa»—
a
Ortega le sucedió algo similar en cuanto a Freud. En el prologo a la
primera edición de sus obras completas dejó escritas cosas tales
como: «la claridad no exenta de
elegancia con que Freud expone su pensamiento, ...
todo el mundo puede entender a Freud ...
su lenguaje va guiado por principios artísticos: limitación
rigurosa a las palabras esenciales; una cierta levedad etérea, una
gracia que desdeña el énfasis y los superlativos; la conservación
de la lógica inherente a nuestra cultura; la huida de las metáforas
y adornos; el equilibrio entre la objetividad científica y la humana
subjetividad; el yo del autor se transparenta siempre a través de la
honestidad de la exposición ...
una de las cosas que nadie le ha discutido a Freud es su excelente
estilo. Freud es uno de los grandes escritores
de nuestro tiempo».
Hoy
he elegido terminar con algo curioso sacado de mi zurrón, que Freud
dejó escrito en su obra Los caminos de la
terapia psicoanalítica y que a mí
personalmente me sorprendió; hace allí referencia a un ensayo
titulado El arte de llegar a ser un escritor
original en tres días firmado por un doctor
de Budapest, sobre el cual cuenta
Freud que terminaba con el siguiente texto:
«Voy
a exponer ahora el método prometido. Tomad unos cuantos pliegos de
papel y escribid durante tres días, sin falsedad ni hipocresía,
todo lo que se os ocurra. Escribid lo que pensáis de vosotros
mismos, de vuestras mujeres, de la guerra contra los turcos, de
Goethe, del proceso criminal de Folk, del juicio final, de vuestros
superiores, y al cabo de los tres días quedaréis maravillados ante
la serie de ideas originales e inauditas que han acudido a vuestro
pensamiento. Tal es el arte de llegar a ser en tres días un escritor
original».
No
es probable que el gran estilo de Freud que Ortega señalaba se
debiera a haber seguido los consejos de aquel doctor húngaro.
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(1)
Vygotsky, Lev: Psicología del arte
(2)
Grimbert, Philippe