sábado, 4 de junio de 2011

Día Veinte: Tocqueville y la rumia del escritor; entre el goce y la aflicción

"Por lo general, los críticos no tienen la menor idea de lo que pasa por el alma del escritor, de lo que le produce alegría o pesar, de sus aspiraciones, sus éxitos y sus fracasos. (...) se niegan a creer que reproducir la verdad y la realidad de la vida con exactitud y fuerza constituya la mayor felicidad del escritor, aun cuando esa verdad no sea merecedora de sus simpatías personales". Esto que manifiesta Turguéniev(1) viene muy a propósito a la hora de hablar de Tocqueville y su última pero más personal obra: los Souvenirs.
     Tocqueville -hemos de aclarar antes de nada- ha triunfado con su Democracia en América que le ha abierto los salones literarios de París. Después, además de publicar Quince días en las soledades americanas ha ejercido la política, se ha carteado con lo más selecto de su tiempo y ha escrito grandes discursos para el parlamento. Pero en ese ejercicio de la política le ha llegado su fin; ha caído. Sin embargo todavía escribirá otro gran éxito editorial: El Antiguo Régimen y la Revolución. Ahora, en la Normandía, retirado en su castillo -recordemos de nuevo a Montaigne- inicia su gran obra íntima: los Souvenirs, la cual continuará en Sorrento a donde los médicos le recomiendan ir dado su precario estado de salud, pero que, con su temprana muerte a los cincuenta y cuatro años, quedará inacabada.

     Lejos de mi ánimo biografiar a nuestro hombre, pero era necesario relatar lo anterior para enunciar que estamos, por fin, ante una obra de Tocqueville de las que vienen siendo conocidas y clasificadas dentro de la llamada literatura de la memoria. En su comienzo dice: "...me veo reducido a reflexionar sobre mí mismo" (...) "Estos recuerdos serán una liberación de mi espíritu y no una obra literaria. Los escribo sólo para mí". Pero no llegó a ser así; se equivocó. Los Souvenirs se publicaron treinta y cuatro años después de su muerte y está considerada como una magnífica obra literaria.
     En esos Recuerdos -obra que en las ediciones españolas lleva por título Recuerdos de la Revolución de 1848- están sus reservas, sus dudas, sus desilusiones; habría que decir que en ellos se encuentra todo lo complicado de su carácter. En esa obra se auto-describe; en ella está "lo que pasa por su alma, lo que le produce alegría o pesar", "sus aspiraciones, sus éxitos y sus fracasos" que decía Turguéniev. "Se me atribuyen pasiones y sólo tengo opiniones"; "observaciones sobre mí mismo"; "más capaz de tener éxito en los grandes asuntos que en los pequeños; menos turbado ante las grandes responsabilidades que ante las menores".
     Souvenirs es un texto autobiográfico en el cual, entreverado en los relatos personales de los hechos en los que se vio envuelto durante los turbulentos sucesos de la Revolución del 48, se esfuerza Tocqueville en conocerse a sí mismo, en conseguir un retrato de su persona. Souvenirs es en parte una autobiografía y en parte un libro de memorias. Está considerado el más personal de sus libros; en él se recrea patentizando sus confusiones y el desconcierto de su pensamiento político: "Nunca antes fui capaz de percibir donde residía la verdad, el honor y el hombre de buena voluntad, y confieso que aún hoy soy incapaz de hacerlo". Describe también en la obra actuaciones de personas que conoció; retrata fielmente a algunos de sus contemporáneos y se retrata él mismo. En esos recuerdos es autor y actor. Se ha reconocido que en esos Souvenirs existe un profundo conocimiento de la naturaleza humana.
     Sobre el motivo de escribir esos recuerdos confiesa: "El único fin  para mí en ponerme a escribir esta obra radica en proporcionarme un placer íntimo para mí mismo (...) ver al hombre en la realidad de sus virtudes y sus vicios, su naturaleza, de entenderlo y juzgarlo". Esta obra, finalmente, le vino a consagrar como uno de los grandes escritores de su siglo.
     En carta a su amigo Beaumont le había confiado: "He pensado cien veces que si he de dejar alguna traza de mí en este mundo será más por lo que haya escrito que por lo que haya hecho". ¿Sería porque estaba convencido de que "Los escritores no sólo comunicaron sus ideas al pueblo: le dieron también un temperamento y un carácter. (...) Toda la nación al leerlos acabó por contraer los instintos, las tendencias, los gustos e incluso las estravagancias propias de los escritores"?
     De Tocqueville se ha dicho que era de escritura lenta. Él mismo en una carta le había reconocido a su amigo Beaumont que al escribir "vuelvo y revuelvo mi pensamiento antes de emitirlo", y uno de sus biógrafos asegura que era un perfeccionista que escribía y reescribía veinte veces la misma frase. Personalidad compleja la de Tocqueville. Su mejor biógrafo, André Jardin, le tilda de ciclotímico, o alguien que se debate continuamente entre el abatimiento y la euforia; una persona tímida, dubitativa e insegura y, sin embargo, tenido siempre por orgulloso y distante.

     He de terminar:
     En un prólogo redactado para la edición de sus obras, Ortega y Gasset que lo tenía por "un hombre genial", exterioriza algo también espléndido: "Nada garantiza mejor la autenticidad y, por tanto, el valor de una obra intelectual como el hecho de que el autor se haya dedicado a sus meditaciones y estudios movido por una necesidad íntima, es decir personal. (...) Es preciso que el asunto importe al autor como un elemento de su existencia que ha hecho presa en él y lo lleva a la rastra, como la fiera a su víctima". Y añade: "Tocqueville es un ejemplo claro de esto. Era incapaz de escribir por escribir".
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(1) Turguéniev, Páginas autobiográficas