martes, 31 de mayo de 2011

Día Diecinueve: De otro aristócrata francés el cual también...

Alexis Charles Henry Clérel de Tocqueville había nacido en París el 29 de julio de 1805. Era un joven magistrado de tan sólo veinticinco años cuando fue autorizado por el gobierno de su país a trasladarse a los Estados Unidos a fin de realizar un estudio sobre el sistema penitenciario norteamericano. El viaje lo realizó en compañía de otro colega llamado Gustave de Beaumont con el que permaneció allí algo más de nueve meses, exactamente desde mayo de 1831 hasta febrero de 1832 pagándose ambos precisamente los gastos de sus bolsillos. Sus ganas de viajar a aquel país estaban por encima de cualquier obstáculo.
     No he querido abandonar Francia sin hablar antes de este genial escritor: Alexis de Tocqueville. Y es que prevalece a mi entender, además, otra gran razón: ¡existen tantas concomitancias entre él y Montaigne! Veamos algunos de esos paralelismos que yo siempre he detectado:
     Los dos son franceses y aristócratas; se formaron en leyes y ejercieron la política; ninguno de los dos escribió demasiado pero cada uno nos ha dejado una obra sobresaliente e inigualable; el uno se aisló para escribirla en lo alto de la torre de su castillo y el otro se encerró en el lugar más alto de la casa paterna, en la buhardilla; uno estaba inventando el género ensayo y el otro escribía quizás el primer gran volumen de sociología política; si Montaigne ha sido retratado como arrogante, ególatra y misántropo, de Tocqueville se ha escrito que era tímido, reservado y antipático; ambos fueron grandes viajeros, les gustaba viajar y conocieron y gustaron de otras culturas, no obstante sirvieron siempre con honestidad a su país. ¿Qué decir en cuestión de lecturas?; los dos leían habitualmente a pocos autores, no más de tres o cuatro: Montaigne no salía de Séneca, Plutarco y Epicuro, y Tocqueville de Rousseau, Montesquieu y Pascal.
      Es probable que existan más similitudes; pero sigamos ahora con nuestro hombre.
     El informe o estudio técnico que elaboraron para su gobierno y que llevaba por título El sistema penitenciario en los Estados Unidos y su aplicación en Francia, aunque recibió un importante premio que les permitió resarcirse en parte de los gastos del viaje, nunca llegó a ser famoso y conocido como el libro que Alexis de Tocqueville escribió a su vuelta, y del que apareció en francés la primera parte en 1835 con el título La democracia en América. Siempre me he dicho a mí mismo que ese es el libro mediante el cual los norteamericanos pueden llegar a saber quiénes son; porque, ¡ojo!, las cosas en cuanto a manera de ser han cambiado allí muy poco desde entonces.
     Editado en dos volúmenes, alababa Toqueville de aquellos americanos con los que se había ido encontrando su generosidad, su habilidad y su energía -además de su amor al dinero-, y se atrevía a pronosticar que algún día aquel pueblo llegaría a superar a las potencias europeas de entonces y a ser una de las más poderosas naciones de la Tierra.
     Hay que decir que la obra de Tocqueville es exhaustiva, profunda y minuciosa. Tal como he mencionado ha llegado a ser considerada la primera publicación de sociología política cuando en aquella época la palabra sociología se estaba todavía acuñando. Tocqueville, durante aquella estancia tan breve en los Estados Unidos, acopió una información formidable sobre aquel país el cual le fascinó en todos los aspectos. Él era un aristócrata europeo que iba descubriendo a los demócratas norteamericanos. Después de viajar de Nueva York a Detroit, de Nashville a Nueva Orleans a donde llegaron por el Mississippi, para alcanzar a continuación Washington y ser recibidos por el presidente Andrew Jackson, habría que decir que Tocqueville además de prisiones había conocido al auténtico pueblo americano. Su obra disecciona aquella sociedad hasta en los más pequeños detalles, y representó entonces -y lo sigue siendo ahora- un relato vehemente y magnífico sobre sus gentes, sus costumbres y sus pasiones.
     Permítaseme -sin ser exhaustivo- que deje aquí algunas de las citas curiosas del libro de las muchas que conservo en mi morral, y que creo siguen definiendo a aquella sociedad y al americano medio de hoy día:
 
    -"No creo que haya un país en el mundo donde existan tan pocos ignorantes y al tiempo tan pocos eruditos. La instrucción primaria está al alcance de todo el mundo; la instrucción superior la consiguen apenas unos pocos". No sé que pensaría hoy Tocqueville si supiera que algunos de estos la consiguen gracias al dinero o a sus éxitos deportivos.
     -"En América sucede algunas veces que la misma persona cultiva sus campos, construye su casa, modela sus herramientas, fabrica sus zapatos y teje el basto paño del cual se componen sus ropas". Hoy no es fielmente así, pero ellos inventaron el Do it yourself.
    -La minuciosidad de las leyes y regulations que hoy tanto nos sorprende a los europeos, también la notó Tocqueville: "La ley desciende a detalles minuciosos. Además, la misma promulgación prescribe el principio y el método de su aplicación"
    -"Nunca fue asumido en los Estados Unidos que el ciudadano de un país libre tuviera el derecho de hacer lo que le viniera en gana; por el contrario se le han impuesto más obligaciones sociales que en ningún otro lugar", y más adelante aclara: "en ninguna parte del mundo tiene la ley un lenguaje tan absoluto como en América; y en ningún país está tan conferido el derecho a aplicarla en tantas manos". Parece mentira pero sigue siendo cierto.
     -"Todo está en movimiento en América" -escribe sorprendido Tocqueville- "América es una tierra de maravillas en la cual todo está en constante movimiento y cada cambio aparenta ser una mejora. La idea de novedad está aquí indisolublemente unidad a la de prosperidad". Si hubiera llegado a imaginar siquiera que la novedad Internet sería mundial...
     -"Prefieren los cálculos positivos y todo lo práctico antes que las teorías" (...) "Las pasiones que más profundamente agitan a los americanos no son las políticas, sino las pasiones económicas". Hoy también. Se suele decir que cuando Wall Street estornuda el mundo coge un resfriado.
    -"En América no existen leyes contra las bancarrotas fraudulentas, y no porque no se produzca ninguna, sino porque se producen muchas. El temor a ser perseguido por ser el responsable de una bancarrota es más grande en las mentes de la mayoría que el temor a ser arruinado por las bancarrotas de otros". ¿Pero es que han cambiado algo? 
     -"Cuando contemplo el ardor que los angloamericanos ponen en el comercio, los beneficios que les reporta y el éxito de sus empresas, estoy seguro de que llegarán a ser un día el poder marítimo más grande del globo terráqueo. Han nacido para gobernar los mares lo mismo que los romanos nacieron para gobernar el mundo". Con esta predicción no acertó del todo Tocqueville: hoy también gobiernan el mundo además de ser el poder militar más grande del globo.
     -"En América, los intereses del país están en todo momento presentes en la mente del ciudadano. Ese ciudadano se siente orgulloso de los éxitos de su país y de haber contribuido él mismo a ellos". ¿No viene sucediendo lo mismo en nuestro tiempo?
     -Dice Tocqueville que le sorprendió enormemente que en cada villorrio ya se editaba entonces un periódico. Y, además: "A mi llegada a los Estados Unidos me sorprendió encontrar tanto talento en los ciudadanos comunes y tan poco en los que estaban en el gobierno. Raramente están hoy día los más capaces en los Estados Unidos al frente de los asuntos del país". No sé que decir; eso ha ido por rachas.
     -"Las sectas que existen en los Estados Unidos son innumerables". Y más adelante agrega: "estas gentes no actúan exclusivamente en consideración a una vida futura; la eternidad es solamente uno de sus motivos de devoción. Si conversas con estos misioneros de la civilización cristiana, te sorprenderá oírles hablar tan a menudo de las cosas buenas de este mundo". Y no se habían inventado todavía las hamburguesas, los lavavajillas, las limousines...

     Lo siento, creo que me he pasado un poco; y eso que he tenido que restringirme. Me gustaría, sin embargo, hablar el próximo día algo más sobre Alexis de Tocqueville.
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