domingo, 22 de enero de 2012

Día Cuarenta y tres: Dostoievski y Tolstói... ¿se envidiaban, se temían, se respetaban?

Decía Manuel Azaña que «literatura quiere decir estudio, experiencia, desinterés, ideas generales y elevadas, amor al idioma y al pueblo en que se ha nacido y que lo habla. Nada de esto se improvisa; casi todas esas cosas se adquieren a fuerza de trabajo; otras, las menos, se reciben al nacer por un don caprichoso de la naturaleza, o, tal vez, hay que heredarlas...».
   En primer lugar habría que señalar que la mayor parte de las peculiaridades anteriores concurrían en estos dos hombres de manera más que notable; y si hubiera que destacar de entre todas ellas alguna, sin duda sería su desmedido amor a su idioma y al pueblo en el que habían nacido, eso además de sus altas y esclarecidas ideas. Si las habían adquirido por capricho de la naturaleza o a fuerza de trabajo, es algo que no es posible dilucidar.
    Se llevaban ocho años y es por ello que sus vidas palpitaron al unísono al menos durante cincuenta y tres: ello fue desde el nacimiento del más joven, Tolstói, hasta la muerte del mayor, Dostoievski. Sin embargo, desde la cuna hasta la tumba sus existencias iban a transcurrir por caminos muy desiguales, aunque —¡qué paradoja!—, de esos cincuenta y tres años de vida común los veinte últimos representaron para ambos la cumbre de sus mejores creaciones literarias.
    ¿Cómo pudo suceder que jamás en ese tiempo llegaran a encontrarse ni siquiera a cruzarse una misiva no sólo siendo los más famosos novelistas sino residiendo en un mismo territorio no demasiado extenso, compartiendo los mismos medios periodísticos para publicar sus novelas y relacionándose con los demás escritores de su tiempo? Hay que imaginarlos por lo tanto expectantes el uno del otro, leyendo con suma atención sus respectivas publicaciones y las correspondientes críticas, queriendo saber de sus mutuas vidas, estudiándose en suma; pero siempre evitándose.
Tras la aparición de Anna Karenina escribe Dostoievski en la prensa —aunque poniéndolo en boca de un supuesto interlocutor:
«El autor de Anna Karenina, a pesar de su enorme talento artístico, es una de esas mentes rusas que ven claramente sólo lo que tienen delante de los ojos...(...) en cualquier caso siempre son severamente sinceros».
«Levin, el héroe preferido por el autor de la novela, dice de sí mismo que él es el pueblo» (...) no creo que él sea el pueblo (...)"Levin el del corazón puro" (...) a despecho del amor se esfuerza en aislarse».
«...este novelista tiene un enorme talento, una considerable inteligencia y es un hombre extremadamente respetado por la intelectualidad de Rusia...».
«La visión de tan significativo escritor ruso (...) tan interesante para todos los asuntos rusos...».
¿Cierta adulación en todo ello?, posiblemente. No obstante, cuando quiere zaherir se refiere habitualmente a él como «el conde Tolstói», o haciendo notar su linaje o su riqueza:
«El conde León Tolstói es un talento de caramelo y le viene bien a todo el mundo».
«Escritores aristócratas, escritores propietarios. León Tolstói y Turguéniev son propietarios».
     He ahí una de sus grandes diferencias: la cuna, la riqueza, la supuesta paz que en su finca disfruta Tolstói para escribir y que en cierta ocasión, cuando Dostoievski está concibiendo Los hermanos Karamázov le lleva a decir: «...quisiera escribirla sin prisas, como escriben los Tolstói, los Turguéniev... Allí, en Yásnaia Poliana se juega al tenis con buen tiempo y se patina en invierno mientras que a la hora de cenar —por cierto que «espléndidamente»— suele haber algún invitado y se interpreta música. Todo ello es algo que es necesario contrastar con el origen plebeyo de Dostoievski y con su calamitosa existencia: su detención y simulacro de fusilamiento, diez años en total de condena entre trabajos forzados y como soldado raso en Siberia, el asesinato de su alcohólico e iracundo padre por los siervos, sus continuos ataques de epilepsia, los fracasos amorosos, el asedio de sus acreedores... Y cuando en El Mensajero Ruso se van publicando las novelas por entregas de ambos, a aquel le pagan el pliego a quinientos rublos y al segundo a ciento cincuenta como si fuera un escritor de tercera categoría, —a Turguéniev se los pagaban a cuatrocientos. ¿Es posible que El idiota hubiera sido una novela más reducida si se le hubiera pagado lo mismo que a Tolstói? 
    Pero tuvieron ocasión de encontrarse. Tolstói había rechazado la petición de Turguéniev para que junto a Dostoievski hablara en la inauguración de una estatua levantada a Pushkin en Moscú; con su discurso Dostoievski cosechó un éxito extraordinario. Al parecer tuvo a continuación intenciones de visitar a Tolstói en Yásnaia Poliana, pero Turguéniev le aconsejó que no lo hiciera dado que estaba pasando por una crisis espiritual que podía estar afectando su equilibrio mental. Eso era cierto.
     En cualquier caso, para Tolstói el arte de Dostoievski era «informe» y él mismo era una persona que tenía «rarezas». De Los hermanos Karamázov llegó a decir: «No me parece bueno. ¡El defecto de Dostoievski está en que su arte es informe!
A Nicolás Strajov, primer biógrafo de Dostoievski, le escribe: «Cuanto más vivo, tanto mejor aprendo a estimar a los hombres que no tienen rarezas...(...) Turguéniev sobrevivirá a Dostoievski, no por su grandeza artística, sino por estar limpio de rarezas». Y también: «Creo que has sido víctima de una opinión falsa y errónea sobre Dostoievski. Dicha opinión, que es universal, ha exagerado su importancia... (...) murió en plena lucha feroz entre Dios y el mal. (...) no se puede poner en un pedestal a un hombre que siempre estaba luchando. (...) lamento no haberlo conocido»
No lo ha llegado a conocer y, sin embargo, siente enormemente su muerte, —o es lo que dice a pesar de no haber tenido la mínima relación con él:
«Nunca lo conocí personalmente ni tuve relaciones directas con él (...) todos los escritores son vanidosos y envidiosos... o al menos yo lo era. Pero nunca se me ocurrió medirme con él, nunca. Todo lo que hizo era tan bueno, tan sincero, que cuanto más hacía más me alegraba yo. (...) estuve convencido de que un día nos conoceríamos y de que era culpa mía que no hubiéramos podido hacerlo aún. Y de pronto estaba muerto. Entonces comprendí lo valioso que era para mí y lloré y sigo llorando».
De esta declaración ¿es todo creíble o tan sólo aquello de que era su culpa el no haberse conocido? Y también:
«Jamás se me ocurrió enviarle a Dostoiveski, de quién sabía que pasaba hambre, los doscientos rublos que le hubieran salvado durante un mes o tal vez para siempre».
  O sea: no lo conocía personalmente pero sabía de sus problemas financieros. ¿Socorrerlo sin tener con él amistad tendría sentido?
Dostoievski, sin embargo, pese a ser su principal rival no había tenido inconveniente en aceptar su maestría: «Anna Karenina, es una obra de arte perfecta (...) del todo diferente de cuanto se publica en Europa; su tema es enteramente ruso. En esta novela hay algo de nuestro "nuevo mundo", un nuevo mundo del que aún no se ha oído hablar en Europa, pese a que los pueblos de Occidente lo necesitan mucho». (Nótese de paso aquel amor a la lengua y al pueblo en el que se ha nacido, al cual nos referíamos al principio).
Respecto a sus obras preferidas, tan sólo cuatro, y una de ellas de su rival Tolstói: «Lo bello de este siglo: Pickwick, Notre Dame, Los miserables, Guerra y paz». 
¿Fue por el contrario injusto Tolstói, en general, en sus enjuiciamientos sobre las obras de Dostoievski?
Sobre La casa de los muertos había llegado a decir: «Está muy bien, pero no tengo en gran concepto sus otros libros. (...) Su estilo es ampuloso, (...) Dostoievski habla y habla sin cesar». Acerca de Los hermanos Karamázov también manifestaba que «no había podido acabarla», al parecer tan pronto le entusiasmaba como la encontraba indiferente, tan pronto le gustaba como la criticaba con severidad. Y sobre «Crimen y castigo comentaba: «Lei algunos capítulos del principio y se adivina lo que va a seguir».
Destaca William Shirer de Tolstói que «En particular, en sus opiniones sobre Turguéniev y Dostoievski, aunque nunca lo reconocería, resulta evidente en sus escritos que los consideró sus mayores rivales».
Juzgue el lector acerca de este increíble extravío y alejamiento habido entre Dostoievski y Tolstói.
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