domingo, 15 de mayo de 2011

Día Diecisiete: ¿Es molesto que alguien nos hable tan sólo de sí mismo?

Antes de seguir profundizando en Montaigne conviene traer aquí a otro personaje del que quizás su temprana muerte fuera el disparador de aquella "inclinación melancólica producida por la tristeza de la soledad" que le llevó a él a aquella "fantasía de meterse a escribir".
     Etienne de la Boétie, tres años mayor que él, su gran amigo íntimo al que quiso con locura -se supone que platónicamente-, había escrito a los dieciocho años (aunque hoy se cree que contaba al menos veintitrés) una obra conocida en el lenguaje coloquial como el Contra uno, obra a la que el autor le había dado en realidad el título de La servidumbre voluntaria.
     Verdaderamente se trataba de una obra sui géneris. A lo largo de su lectura se nota que su autor es joven, apasionado y enamorado de la antigüedad; a menudo se va por las ramas, pierde alguna vez el hilo, a veces desvaría y otras no se sabe contra quién dirige tanto improperio. Yo definiría ese libro como el grito desgarrador de alguien muy afectado por la tiranía social del momento y, al tiempo, seducido por la "idílica" democracia que se pensaba que a veces se llegó a disfrutar en las sociedades griega y romana. No sólo esta obra y la profunda amistad con su autor resultaron muy influyentes en Montaigne, sino la muerte de aquel a los treinta y tres años a causa de una disentería estando él mismo presente. Etienne de la Boétie le había legado su biblioteca y Montaigne se entregó con pasión a editar las obras de su amigo, especialmente el Contra uno.
     Y ahora, conocido todo esto, sí podemos meternos de lleno en las entrañas de sus Ensayos. Una "especie de condimento de calidad y también un medicamento contra la tristeza" tal como muy acertadamente algún intelectual los ha llamado:

   "Si el mundo se queja porque yo hable de mí demasiado, yo me quejo porque él ni siquiera piensa  en sí mismo."
   "Yo me arrepiento rara vez..., mi conciencia se satisface consigo misma"
   "Yo no enseño ni adoctrino, lo que hago es relatar"
   "Yo tengo mis leyes y mi corte para juzgar de mí mismo"
   "Detesto el accidental arrepentimiento a que la edad nos encamina"
   "Si tuviera que recorrer lo andado, viviría como hasta ahora he vivido; ni lamento el pasado ni temo lo venidero"
   "Soporto los males con dulzura... porque traen halagüeñamente a mi memoria el recuerdo de mi larga y dichosa vida pasada"
   "Quien como yo tiene como mira las comodidades de la existencia (hablo de las esenciales) debe huir como de la peste de esas dificultades y delicadezas de humor"
   "Yo vivo al día, y, con respeto sea dicho, no vivo sino para mí; mis designios todos en ello finalizan"
   "Yo renuncio desde ahora a los favorables testimonios que quieren procurárseme, no porque de ellos sea digno sino porque estaré ya muerto"
   "Yo prefiero ser viejo menos tiempo a serlo con anticipación"
   "Yo no percibo distinto fin que el de vivir y regocijarme"
   "Yo me atrevo no solamente a hablar de mí mismo, sino a hablar de mí mismo solamente; me extravío cuando hablo de otra cosa, apartándome de mi asunto"
   "...tomé odio mortal a depender de ningún otro; sólo en mí mismo quise asirme"
   "Yo me conformo con una muerte recogida en sí misma, sosegada y solitaria, cabalmente mía, que concuerde con mi vida retirada y apartada"
   "¿Para quién no son al fin cargantes e insoportables los achacosos?
   "La decrepitud es cualidad solitaria. Yo soy sociable hasta el exceso, y, sin embargo, reconozco sensato el sustraerme en adelante de la vista del mundo con objeto de guardar la importunidad para mí solo...; llegó la hora de volver las espaldas a la compañía"
   "...me es particularmente grato el no ocasionar a nadie placer ni dolor cuando me vaya"
   "Yo me estudio más que ningún otro asunto; soy mi física y mi metafísica"
   "Yo otorgo gran autoridad a mis deseos y propensiones: no gusto de curar el mal por el mal mismo, y detesto los remedios que son más importunos que la realidad"
   "...si es grato y apetecible, el placer es de las principales especies de provecho"
   "Trato yo a mi fantasía con la mayor dulzura que me es dable, y la descargaría, si pudiera, de toda pena y alteración"
   "Yo acojo de buen grado y con reconocimiento cuanto la naturaleza hizo por mí; con ello me congratulo y de ello me alabo"

     He estado dudando seriamente si traer aquí o no esta sinfonía de yoes los cuales conservo seleccionados de entre muchos otros en mi morral. Y, además, si los traía, si soltarlos de esta manera: sin avisar.  En cualquier caso pido mil perdones.
     Y me he atrevido a llamar sinfonía a esta letanía de afirmaciones o declaraciones singulares y posiblemente arrogantes -pero siempre frescas y lozanas- porque hay que reconocer que su lectura "suena" bastante bien tanto en la forma como en el fondo. Ese es realmente Montaigne, el auténtico Montaigne de su tercer y último libro, el aparecido en la edición de 1595 después de quince años de retoques y añadidos realizados incansablemente hasta su muerte ocurrida tres años antes.
     Pero hemos de hablar más sobre Montaigne del que Nietzsche pensaba que "El hecho de que un hombre así haya escrito, contribuye a aumentar un poco más el placer de vivir en este mundo. Al menos eso es lo que a mí me ha sucedido desde que conocí a este espíritu tan libre y vigoroso"; "Montaigne tiene una segunda cualidad aparte de esa otra de su honradez: una genuina serenidad que nos sosiega"

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