domingo, 22 de enero de 2012

Día Cuarenta y tres: Dostoievski y Tolstói... ¿se envidiaban, se temían, se respetaban?

Decía Manuel Azaña que «literatura quiere decir estudio, experiencia, desinterés, ideas generales y elevadas, amor al idioma y al pueblo en que se ha nacido y que lo habla. Nada de esto se improvisa; casi todas esas cosas se adquieren a fuerza de trabajo; otras, las menos, se reciben al nacer por un don caprichoso de la naturaleza, o, tal vez, hay que heredarlas...».
   En primer lugar habría que señalar que la mayor parte de las peculiaridades anteriores concurrían en estos dos hombres de manera más que notable; y si hubiera que destacar de entre todas ellas alguna, sin duda sería su desmedido amor a su idioma y al pueblo en el que habían nacido, eso además de sus altas y esclarecidas ideas. Si las habían adquirido por capricho de la naturaleza o a fuerza de trabajo, es algo que no es posible dilucidar.
    Se llevaban ocho años y es por ello que sus vidas palpitaron al unísono al menos durante cincuenta y tres: ello fue desde el nacimiento del más joven, Tolstói, hasta la muerte del mayor, Dostoievski. Sin embargo, desde la cuna hasta la tumba sus existencias iban a transcurrir por caminos muy desiguales, aunque —¡qué paradoja!—, de esos cincuenta y tres años de vida común los veinte últimos representaron para ambos la cumbre de sus mejores creaciones literarias.
    ¿Cómo pudo suceder que jamás en ese tiempo llegaran a encontrarse ni siquiera a cruzarse una misiva no sólo siendo los más famosos novelistas sino residiendo en un mismo territorio no demasiado extenso, compartiendo los mismos medios periodísticos para publicar sus novelas y relacionándose con los demás escritores de su tiempo? Hay que imaginarlos por lo tanto expectantes el uno del otro, leyendo con suma atención sus respectivas publicaciones y las correspondientes críticas, queriendo saber de sus mutuas vidas, estudiándose en suma; pero siempre evitándose.
Tras la aparición de Anna Karenina escribe Dostoievski en la prensa —aunque poniéndolo en boca de un supuesto interlocutor:
«El autor de Anna Karenina, a pesar de su enorme talento artístico, es una de esas mentes rusas que ven claramente sólo lo que tienen delante de los ojos...(...) en cualquier caso siempre son severamente sinceros».
«Levin, el héroe preferido por el autor de la novela, dice de sí mismo que él es el pueblo» (...) no creo que él sea el pueblo (...)"Levin el del corazón puro" (...) a despecho del amor se esfuerza en aislarse».
«...este novelista tiene un enorme talento, una considerable inteligencia y es un hombre extremadamente respetado por la intelectualidad de Rusia...».
«La visión de tan significativo escritor ruso (...) tan interesante para todos los asuntos rusos...».
¿Cierta adulación en todo ello?, posiblemente. No obstante, cuando quiere zaherir se refiere habitualmente a él como «el conde Tolstói», o haciendo notar su linaje o su riqueza:
«El conde León Tolstói es un talento de caramelo y le viene bien a todo el mundo».
«Escritores aristócratas, escritores propietarios. León Tolstói y Turguéniev son propietarios».
     He ahí una de sus grandes diferencias: la cuna, la riqueza, la supuesta paz que en su finca disfruta Tolstói para escribir y que en cierta ocasión, cuando Dostoievski está concibiendo Los hermanos Karamázov le lleva a decir: «...quisiera escribirla sin prisas, como escriben los Tolstói, los Turguéniev... Allí, en Yásnaia Poliana se juega al tenis con buen tiempo y se patina en invierno mientras que a la hora de cenar —por cierto que «espléndidamente»— suele haber algún invitado y se interpreta música. Todo ello es algo que es necesario contrastar con el origen plebeyo de Dostoievski y con su calamitosa existencia: su detención y simulacro de fusilamiento, diez años en total de condena entre trabajos forzados y como soldado raso en Siberia, el asesinato de su alcohólico e iracundo padre por los siervos, sus continuos ataques de epilepsia, los fracasos amorosos, el asedio de sus acreedores... Y cuando en El Mensajero Ruso se van publicando las novelas por entregas de ambos, a aquel le pagan el pliego a quinientos rublos y al segundo a ciento cincuenta como si fuera un escritor de tercera categoría, —a Turguéniev se los pagaban a cuatrocientos. ¿Es posible que El idiota hubiera sido una novela más reducida si se le hubiera pagado lo mismo que a Tolstói? 
    Pero tuvieron ocasión de encontrarse. Tolstói había rechazado la petición de Turguéniev para que junto a Dostoievski hablara en la inauguración de una estatua levantada a Pushkin en Moscú; con su discurso Dostoievski cosechó un éxito extraordinario. Al parecer tuvo a continuación intenciones de visitar a Tolstói en Yásnaia Poliana, pero Turguéniev le aconsejó que no lo hiciera dado que estaba pasando por una crisis espiritual que podía estar afectando su equilibrio mental. Eso era cierto.
     En cualquier caso, para Tolstói el arte de Dostoievski era «informe» y él mismo era una persona que tenía «rarezas». De Los hermanos Karamázov llegó a decir: «No me parece bueno. ¡El defecto de Dostoievski está en que su arte es informe!
A Nicolás Strajov, primer biógrafo de Dostoievski, le escribe: «Cuanto más vivo, tanto mejor aprendo a estimar a los hombres que no tienen rarezas...(...) Turguéniev sobrevivirá a Dostoievski, no por su grandeza artística, sino por estar limpio de rarezas». Y también: «Creo que has sido víctima de una opinión falsa y errónea sobre Dostoievski. Dicha opinión, que es universal, ha exagerado su importancia... (...) murió en plena lucha feroz entre Dios y el mal. (...) no se puede poner en un pedestal a un hombre que siempre estaba luchando. (...) lamento no haberlo conocido»
No lo ha llegado a conocer y, sin embargo, siente enormemente su muerte, —o es lo que dice a pesar de no haber tenido la mínima relación con él:
«Nunca lo conocí personalmente ni tuve relaciones directas con él (...) todos los escritores son vanidosos y envidiosos... o al menos yo lo era. Pero nunca se me ocurrió medirme con él, nunca. Todo lo que hizo era tan bueno, tan sincero, que cuanto más hacía más me alegraba yo. (...) estuve convencido de que un día nos conoceríamos y de que era culpa mía que no hubiéramos podido hacerlo aún. Y de pronto estaba muerto. Entonces comprendí lo valioso que era para mí y lloré y sigo llorando».
De esta declaración ¿es todo creíble o tan sólo aquello de que era su culpa el no haberse conocido? Y también:
«Jamás se me ocurrió enviarle a Dostoiveski, de quién sabía que pasaba hambre, los doscientos rublos que le hubieran salvado durante un mes o tal vez para siempre».
  O sea: no lo conocía personalmente pero sabía de sus problemas financieros. ¿Socorrerlo sin tener con él amistad tendría sentido?
Dostoievski, sin embargo, pese a ser su principal rival no había tenido inconveniente en aceptar su maestría: «Anna Karenina, es una obra de arte perfecta (...) del todo diferente de cuanto se publica en Europa; su tema es enteramente ruso. En esta novela hay algo de nuestro "nuevo mundo", un nuevo mundo del que aún no se ha oído hablar en Europa, pese a que los pueblos de Occidente lo necesitan mucho». (Nótese de paso aquel amor a la lengua y al pueblo en el que se ha nacido, al cual nos referíamos al principio).
Respecto a sus obras preferidas, tan sólo cuatro, y una de ellas de su rival Tolstói: «Lo bello de este siglo: Pickwick, Notre Dame, Los miserables, Guerra y paz». 
¿Fue por el contrario injusto Tolstói, en general, en sus enjuiciamientos sobre las obras de Dostoievski?
Sobre La casa de los muertos había llegado a decir: «Está muy bien, pero no tengo en gran concepto sus otros libros. (...) Su estilo es ampuloso, (...) Dostoievski habla y habla sin cesar». Acerca de Los hermanos Karamázov también manifestaba que «no había podido acabarla», al parecer tan pronto le entusiasmaba como la encontraba indiferente, tan pronto le gustaba como la criticaba con severidad. Y sobre «Crimen y castigo comentaba: «Lei algunos capítulos del principio y se adivina lo que va a seguir».
Destaca William Shirer de Tolstói que «En particular, en sus opiniones sobre Turguéniev y Dostoievski, aunque nunca lo reconocería, resulta evidente en sus escritos que los consideró sus mayores rivales».
Juzgue el lector acerca de este increíble extravío y alejamiento habido entre Dostoievski y Tolstói.
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viernes, 13 de enero de 2012

Día Cuarenta y dos: De Levin a Pózdnychev


«Pese a que durante aquellos quince años consideraba la escritura una tarea trivial, seguí escribiendo»; «Pero hace cinco años empezó a ocurrirme algo muy extraño. Mi vida se detuvo...»
    Han pasado quince años desde el día de su matrimonio y Tolstói está entrando en lo que se ha denominado su «conversión». A partir de entonces —superada la idea del suicidio por no encontrarle sentido a la vida— y hasta el día de su fuga y su muerte treinta años más tarde, la existencia le resultará una contradicción y un tormento.
     Se trata de un estado de lucha consigo mismo: se llega a avergonzar de lo que hasta entonces ha escrito y se dedica a profundizar en las enseñanzas del Evangelio, en las de la Iglesia y en las de las demás religiones. Viviendo con su familia en el lujo que sus dos obras le están proporcionando no puede permanecer impasible a la vista de tantas miserias y tantas penurias como las que le rodean; quiere darle a su vida un sentido coherente dentro de la religión, y al no encontrar respuestas racionales se va convirtiendo él mismo en un moralista y un profeta; detesta la vida de opulencia y frivolidad en la que se ve obligado a vivir mientras a su alrededor los campesinos, en sus miserables cabañas, pasan toda clase de indigencias y privaciones.
Abandona la narrativa y se dedica a escribir tratados religiosos para demostrar la inconsecuencia de la Iglesia con los Evangelios; y es excomulgado. Para su mujer Sonia lo que está sucediendo es una catástrofe y ello los acaba distanciando; destruyó la armonía familiar y arruinó su matrimonio.
Como la familia no comparte su forma de pensar pretende irse, contempla la idea de dejar a sus hijos y a su mujer y convertirse en un eremita; pero no llega a hacerlo, siempre encuentra una excusa. Finalmente, cerca ya de los sesenta años el conde León Nicoláievich Tolstói decide ponerse el blusón de mujik y hacerse la habitación, trabajar en el campo, empuñar el arado, segar el heno o el centeno, tomar el hacha y cortar leña, coser zapatos que él mismo usa, dejar de comer carne..., pero, a pesar de predicar la abstinencia sexual incluso en el matrimonio, algo que él mismo considera pecado, no lo consigue:

1884: «He estado traduciendo a Lao-tse»; «Lei sobre Confucio»; «Por la tarde trabajé bien en las botas»; «Hice mi habitación»; «Tuve vergüenza de hacer lo que hay que hacer: sacar el orinal»; «...seré útil a los seres humanos»; «Fui a casa del zapatero»; «Lei un poco y me puse a coser»; La situación en la familia es dolorosa»; «...cólera y acusación de rencor personal»; «...un abatimiento terrible»; Estuve cosiendo botas toda la tarde...»; el espíritu castrado de su madre»; «...la causa principal del mal que hay en mí es la incontinencia en la comida, en el deseo carnal, en el tabaco»; «...comencé a no comer carne...»; «Estuve segando...»; «La ruptura con mi mujer (...) es total»; trabajé con los campesinos todo el día»; «...segué durante todo el día...»; «Ella se pone a tentarme carnalmente»; «...llamé a mi mujer y ella (...) me rechazó»; «...me sacó de mis casillas»; «Salió corriendo presa de la histeria»; «Estuve cortando leña».

Además de sus impulsos sexuales tampoco consigue dejar el tabaco y se consuela escribiendo que cuando sea declarado pecado lo abandonará. Hay una etapa en la que ni se asea para así vivir más intensamente las privaciones de los humildes, pero huele, y su mujer no puede soportarlo.
Sonia lo consideraba un hipócrita pues ella seguía quedando embarazada. Hasta el hecho de tener nodriza lo consideraba él un pecado capital; no podía superar la cólera por haber dado ella a amamantar a su hija a una nodriza.
Hemos de señalar que ambos mantenían diarios que no se ocultaban, estaban al alcance de cualquiera. Esos diarios les sirven también para difamarse, herirse y replicarse. Escuchemos a Sonia en algunas de las entradas en los suyos:

«...la adulación de los demás, (...) y la fama, su insaciable ansia de fama, es lo que lo mueve constantemente»
«...si sus lectores tuvieran idea de la voluptuosa vida que lleva, descenderían a esa deidad del pedestal al que lo han subido»
«...sale con el caballo que le apetece montar, come —espléndidamente— lo que otros cocinan para él...»
«...Para él, el mundo es simplemente el medio que rodea a su genio y toma de él lo que puede ser útil para su obra. (...) Coge de mí, por ejemplo, mi labor de copista, mi preocupación por su bienestar físico, mi cuerpo»
«...no es honrado ni sincero. (...) la vanidad, la insaciable sed de fama...»

     Pero es que hasta él mismo, mientras organiza la lucha contra la miseria y crea comedores para la hambruna, reconoce: «desde luego, el desdichado deseo de fama mundial interviene también».
A sus sesenta y tres años se siente deprimido por no poder refrenar su sensualidad: «...la cópula es una abominación...». Ella escribe: «...por sus deseos yo he estado embarazada dieciséis veces: trece hijos y tres abortos». 
Y sin embargo lo peor está por llegar: será la lucha que hasta su muerte mantienen ella, los hijos, uno de los más fervientes seguidores de él y el mismo Tolstói por los derechos de sus obras (quiere que pertenezcan al pueblo) y por la custodia de sus diarios; eso además de querer entregar sus propiedades a los campesinos. Ella no está dispuesta a quedarse en la miseria con sus hijos, y es la época de las llamaradas de celos y de los intentos de suicidio...

1894: «Señor, ayúdame. Enséñame a llevar esta cruz»; «Volví a adquirir vívidamente conciencia del pecado de poseer tierra»
1896: «He dominado la lujuria»
1898: «Creo poco en Dios...»
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    En sendos personajes protagonistas de dos de sus novelas Tolstói nos ha dejado buena parte de su compleja personalidad. Estamos hablando del terrateniente Levin de Anna Karenina y del asesino Pózdnychev de la Sonata a Kreutzer.
    Se podría decir que en la primera de ellas hay dos argumentos con dos protagonistas independientes: Anna y Levin. Se desarrollan en realidad en la obra dos novelas con sus dos «estrellas» y sus respectivas camarillas alrededor de cada una bien se trate de padres, hermanos, esposos, parientes, siervos o amigos. Levin es el noble y Anna es la pérfida; eso es lo que está claro y lo que él quiere que se vea. Tolstói va trenzando la novela con habilidad desde la vida de uno de estos personajes a la del otro; ambos son verdaderamente protagonistas independientes con escasas y prácticamente inexistentes relaciones directas. Sus vidas tan sólo se entrecruzan ligeramente a través de otros personajes secundarios y, por lo tanto, hay en la obra dos vidas diferentes. Se empeña el autor en contar en ella las excelencias de la vida en el campo paralelamente a la intriga de un adulterio en la alta sociedad; pero se diría que casi le dedica mucho más tiempo a la vida de Levin (su alter ego) que a la de Anna la adúltera.
    En la novela Sonata a Kreutzer, título tomado de la obra para piano y violín de Beethoven que le hizo a él llorar de emoción la primera vez que la escuchó, y que escribió a los sesenta años en plena crisis reanudando magistralmente su labor narrativa tras sus escritos morales, filosóficos y religiosos, Tolstói no sólo se retrata nuevamente a sí mismo sino que nos relata la sordidez a la que ha llegado su matrimonio. Pózdnychev es alguien a quien el narrador ha conocido en un compartimento de tren y que se complace en relatar minuciosamente su tormentosa vida conyugal con una mujer a la que tras casarse llegó a odiar, y con la que no obstante compartía una intensa sexualidad. Todo ello le sirve a Tolstói para -¿de forma hipócrita?- condenar el amor carnal desenfrenado entre marido y mujer, pero también para identificar la institución del matrimonio como una prostitución legalizada.
    Pózdnychev acaba asesinando a su esposa a cuchilladas sospechando que le engaña con un violinista al que ambos conocen. Han escuchado la célebre sonata interpretada por aquel y su esposa que  les ha emocionado. Al encontrar inesperadamente a la pareja en su casa no puede reprimir su furia. Esta violencia física de género tan condenada hoy es la única parte de la obra que no toma Tolstói de la triste realidad de su matrimonio puesto que allí no llega nunca a suceder. Pero, ¡ojo!, Pózdnychev ha sido absuelto al haber actuado en defensa de su honor.

    Raskólnikov, el protagonista de Crimen y castigo asesina; Pózdnychev, el de la Sonata a Kreutzer también. Me gustaría profundizar algo en las relaciones de los autores de estas dos sublimes obras que, aunque contemporáneos —y famosos a un tiempo—, jamás se llegaron a encontrar.
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miércoles, 4 de enero de 2012

Día Cuarenta y uno: Sonia y Tolstói; un brusco desencuentro

1847.- Marzo: «No hago lo que me prescribo; lo que hago, no lo hago bien» Abril: «Tiene que haber un cambio en mi manera de vivir». 
1850.- Junio: «Una vez más retomo el diario y una vez más con un nuevo fervor y un nuevo objetivo (...) quizás vuelva a abandonarlo»; «...una cosa me tiene descontento: no logro dominar la lujuria».
1851.- Marzo: «...esos libros que se escriben con el propósito de tener muchos lectores, no son obras literarias»; «Dónde está la frontera entre la prosa y la poesía es algo que jamás comprenderé» Abril: «...fui vanidoso y cobarde»; «mentí y fui muy vanidoso»; «la lascivia me atormenta» Junio: «Sigo siendo perezoso, aunque estoy satisfecho conmigo mismo, con excepción de la lascivia» Julio: «me emborraché y dormí con una mujer; todo esto es muy malo y me aflige mucho» Septiembre: «Perdí más de lo que tenía en el bolsillo» Noviembre: «Nunca he estado enamorado de las mujeres. (...) Con mucha frecuencia me he enamorado de hombres».
1852.- Enero: «Todo escritor tiene en mente para su obra una categoría especial de lectores ideales» Marzo: «Un deseo: librarme de la vanidad (...) tres pasiones insanas: el juego, la lujuria y la vanidad» Mayo: «¿Tengo talento en comparación con los nuevos escritores rusos? Decididamente no» Agosto: «Escribir a lo largo de la vida un buen libro es más que suficiente» Septiembre: «Necesito escribir y escribir. Es el único camino para conseguir una forma y un estilo» Octubre: «El amor no existe. Existe una necesidad carnal de comunicación y una necesidad racional de un compañero para la vida».
1853.- Octubre: «Cuando se lee un trabajo, y en especial uno netamente literario, el interés principal radica en cómo el carácter del autor se expresa en la obra»; «Revisar todo trabajo que haya sido terminado en borrador, eliminando todo lo superfluo y sin agregar nada. Ese es el primer proceso».
1854.- Junio: «Tuve diversas mujeres, mentí, fui vanidoso (...) Jugué y me vi obligado a pedir dinero prestado» Julio: «...hay algo que amo más que el bien: la gloria. (...) Si tuviera que elegir entre la gloria y la virtud elegiría la primera» Agosto: «Perdí en el juego lo que me quedaba de dinero y 3.000 rublos que no pude pagar».
1855.- Enero: «Jugué durante dos días y dos noches. (...) lo perdí todo; la casa de Yásnaia Poliana» Marzo: «Hoy comulgué. (...) «...y la fe me llevó hasta una idea grande, inmensa, a cuya realización me siento capaz de consagrar mi vida. Esta idea es la de fundar una nueva religión...» Septiembre: «...la literatura continúa siendo lo único, lo principal y lo que debe dominar todas mis otras inclinaciones y ocupaciones. Mi objetivo es la gloria literaria. (...) «Debo, cueste lo que cueste, conseguir la gloria».
1856.- Febrero: «Mis defectos principales: hábitos de ocio, desorden, lascivia y pasión por el juego. (...) Me peleé con Turguéniev y recibí a una muchacha en mi casa» Abril: «Siento la necesidad de aprender, aprender y aprender» Mayo: «No dejar jamás escapar las ocasiones de placer y no buscarlas jamás. Me impongo como regla eterna no entrar nunca en un sólo cabaret ni en un sólo burdel» Junio: «...fui a ver a los campesinos. No quieren la libertad».
1857.- Mayo: «El apetito sexual me atormenta terriblemente» Julio: «Lo más importante: la idea de crear una escuela en la aldea me llegó con fuerza...» Agosto: «La pobreza de la gente y los sufrimientos de los animales son terribles... (...) El deseo sexual me atormenta». 
1858.- Febrero: «Los pensamientos sobre la proximidad de la vejez me atormentan» Mayo: «Vi de modo fugaz a Aksinia. Es muy hermosa» Junio: «Poseí a Aksinia...; pero estoy cansado de ella» Diciembre: «Hay que escribir sin ruido, con tranquilidad, sin tener como objetivo publicar»; «Llegué a Moscú (...) dilapidé mucho dinero».
1859.- Mayo: «De Aksinia me acuerdo sólo, exclusivamente, de sus hombros» Octubre: «Continúo viendo a Aksinia exclusivamente»; «Golpeé dos veces a un hombre durante el verano»; «Vino Aksinia».
1860.- Agosto: «Soñé con la abolición de las ruletas» Octubre: «...me llegó la idea de escribir un evangelio materialista».
1861.- Abril: «...pensamientos sobre Dios y la inmortalidad».
1862.- Agosto: «¡No tengo amigos, ni uno! Estoy solo»; «No es amor como antes, (...) Cerdo» Septiembre: «Sonia (...) me atrae de una manera irresistible»; «¡Dios! Ayúdame, enséñame»; «...no tendré secretos para uno sólo, sino secretos para los dos, ella lo leerá todo»; «Se lo dije. Ella: sí. Parecía un pajarito herido».


    Antes de la boda, tal como ha dejado consignado en los diarios, comete la brutalidad de entregárselos a ella para que los lea y que de esa manera no existan secretos acerca de su vida anterior; aquella muchachita queda anonadada.
Aksinia es una sierva de la finca que ya le había dado un hijo y con la que llegó a pensar en casarse; la madre y el hijo vivirán y trabajarán en la misma finca toda su vida.


«El día de la boda miedo, incredulidad y el deseo de huir. La solemnidad de la ceremonia. Ella desconsolada (...) Ella lo sabe todo y es simple (...) Su terror. Algo enfermizo»; «Hoy hubo una escena» Octubre: «Hemos vuelto a tener dos enfrentamientos».

* * *
    Se diría que poco hay que añadir a este sucinto extracto de sus diarios escritos durante dieciséis años. Ahora él cuenta treinta y cuatro y ella dieciocho. Comienza una segunda etapa en su vida, la más creativa, que le durará aproximadamente hasta que cumpla los cincuenta años en que comenzará la tercera.
    Las «escenas» y los «enfrentamientos» que como deja escrito en sus diarios comienzan prácticamente al día siguiente de la boda, persistirán durante las dos siguientes etapas, todo el resto de su vida; aunque hay que señalar que serán breves y terminarán siempre en la alcoba. Muy a menudo, casi constantemente, las paces de aquellos enfrentamientos las harán en la cama a pesar de que ella nunca gozó del sexo: «Meses después de casarse escribe Sonia: «El aspecto físico del amor —"eso", le llamaba ella— es muy importante para él,...» y comenta que le resultan repugnantes las relaciones sexuales tan frecuentes» (1). Aquella «muñeca de porcelana» (2) no estaba hecha para los fogosos impulsos sexuales de Tolstói ni los comprendía.
     Pero en ese matrimonio hay otro desencuentro. Escuchemos a Romain Rolland: «En los primeros capítulos de Guerra y paz escritos poco tiempo después de casarse, las confidencias que el príncipe Andréi le hace a Pierre sobre el matrimonio traslucen el desencanto del hombre que ve en la mujer amada a una extraña, a una enemiga inocente, el obstáculo involuntario a su desarrollo moral» (3). Este era su caso; Sonia se propone (y conseguirá) que Tolstói renuncie a continuar con sus actividades ético-morales —dedicarse a la escuela que ha creado en su hacienda de Yásnaia Poliana y al estudio y desarrollo de la pedagogía para mejorar la enseñanza— y gracias a ello se pone a escribir.

    Es sorprendente que esta etapa de su vida llegue a ser, a pesar de esas dos contrariedades, la más creativa. A lo largo de ella verán la luz sus dos grandes obras literarias: Guerra y paz y Anna Karenina. A las dos les dedicará trece años durante los cuales sus diarios quedarán interrumpidos dado el esfuerzo que aquel trabajo le supone. Y, ¿no es sorprendente?: Sonia se convertirá en su máxima colaboradora hasta el punto de que es difícil imaginar que sin su ayuda (peleas y reconciliaciones al margen) hubieran llegado a ser escritas estas dos novelas. Sonia pasará a limpio una y otra vez todos sus escritos originales (con o sin enmiendas y tachaduras) puesto que su letra no es fácil de entender. Reescribirá el original de Guerra y paz hasta siete veces e incluso le dará consejos. Creía en él como escritor.
No obstante, entre esas dos novelas le sobreviene ya una primera crisis mística que es un preludio de lo que se le avecina; ello le lleva de nuevo a dedicarse a la pedagogía y a la escuela al tiempo que decide abandonar la literatura con la total desaprobación de Sonia. Pero no fue así; y con renovadas energías vuelve a escribir. Tres años después, cuando Anna Karenina es publicada nace su sexto hijo; han pasado quince años desde su matrimonio. Ya es mundialmente conocido y ha cuadruplicado su patrimonio; «...comencé a escribir por vanidad, codicia y orgullo».      
    Va a dar comienzo la última y más doliente etapa de su vida.
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(1) Shirer, William: Amor y odio. El tormentoso matrimonio de Sonia y León Tolstói
(2) Kallinikov, Josef: La tragedia sexual de Tolstói
(3) Rolland, Romain: Vida de Tolstói