"¿Quién no ha experimentado alguna vez que la lectura rápida de un libro, bajo cuya fascinación sucumbió, ha influido en su vida entera de modo decisivo, y que el efecto causado ha sido tan determinante que apenas permitía una segunda lectura y un análisis más serio?"
Cuando el último día finalizábamos con Goethe, el súbito recuerdo de su famoso Fausto me suscitó la idea de hablar hoy de Wilde y de su novela El retrato de Dorian Gray. Pero en mi macuto tenía guardadas más citas de Goethe, una de ellas esta pregunta que él se había hecho, y, entonces, comprendí que había ya más razones para hablar de Oscar Wilde: especialmente de su vida y de su única novela.
Y es el caso que en este escritor -que tantos admiradores y detractores ha tenido y aún sigue teniendo y de los cuales ha recibido las mayores alabanzas y las repulsas más profundas- se da la circunstancia de que posiblemente, al menos para él, su vida era más importante que su obra: "¿Quiere usted conocer en qué consiste la gran tragedia de mi vida? Pues en que he puesto mi genio en mi vida; sólo mi talento lo he puesto en mis obras". Esto es lo que le dijo a Gide.
Pero volvamos a la pregunta del principio. Oscar Wilde podría responder a ella en un sentido afirmativo absoluto. Aunque en el decurso de su vida influyeran sin duda en ella innumerables factores, fue expresamente un libro editado en mayo de 1884 el que tuvo, desde aquellos mismos días en que lo leyó, un par de semanas después de su publicación, un influjo decisivo en su futuro y..., en su famosa novela.
Sin embargo, antes de hablar de ese libro y del especial efecto que ejerció en los posteriores acontecimientos de su existencia, a fin de hacer todo ello más comprensible creo necesario pasar de rondón, aunque someramente, por los rasgos relevantes de su vida:
Había nacido en Dublín en 1854; estudió en Oxford y de allí salió Bachellor of Arts con veinticuatro años. Digamos que ha descollado en el estudio de las lenguas clásicas, pero ante todo ha sido seducido por la primitiva cultura griega y está convencido de algo que uno de sus tutores -un helenista- le había inculcado: "Grecia no es el pasado, sino un ideal vivo"(1).
Wilde, que ha visitado en dos ocasiones Grecia, incorpora lo dionisíaco a su vida, ama per se el arte y la belleza y superpone la estética a la ética. Se esfuerza al mismo tiempo en codearse con la aristocracia y con las esferas sociales más poderosas relacionándose en sus salones, para lo cual debe ser frívolo -además de culto que ya lo es- pero ante todo elegante, lúcido, dandy e ingenioso. "Al mundo le parezco -y esa es mi intención- nada más que un diletante y un dandy. (...) En una época tan vulgar como la nuestra todos necesitamos máscaras". No obstante a él, en lo más profundo, lo que le subyuga es el arte y la belleza: "Reconocer la hermosura en una cosa es el punto más delicado a que podemos llegar"; "El arte es escape a un mundo lejano"; "Sólo mediante el arte podemos llegar a ser perfectos..."; "...es fiel al principio de la belleza en todas las cosas, el que busca siempre impresiones nuevas".
Teniendo en cuenta que su creación artística estaba estrechamente ligada, casi sometida a sus ambiciones sociales, Wilde, poeta y crítico de arte como él se presentaba, estaba ya poniendo más en su vida que en su obra. A los veintisiete años y pese a ello publica a su costa un primer libro de poemas, una antología revisada de todo lo que había escrito anteriormente; una poesía que cantaba ya los goces vitales del cuerpo y de los sentidos. A continuación escribe su primer drama teatral; pero siendo ya popular socialmente gracias a su excéntrica indumentaria, a sus alegatos en pro de la belleza y a su fama de esteta le es ofrecido realizar un oportuno viaje por los Estados Unidos dando conferencias sobre esteticismo. El éxito literario se le resistía desplazado por su deseo de brillar en sociedad.
Tiene treinta años, estamos en 1884 cuando Wilde opta por el periodismo y se casa. En su viaje de novios, estando en París, adquiere libros recientemente publicados, y uno de los que se lleva al hotel es À Rebours que ha aparecido unas semanas antes. Aquella novela "...resultaría una de las influencias más poderosas y venenosas sobre la futura vida de Wilde"(2). Considerado como el manual del decadentismo (predilección por las experiencias raras e inmorales, sutiles, artificiosas y prohibidas, recuperación de un ideal de belleza agotado, la exaltación de lo irracional) À Rebours llegó a ser para Valéry su "biblia y libro de cabecera"(2). Wilde reconocerá acerca del mismo: "Este último libro de Huysmans es uno de los mejores que he leído jamás". "A lo largo de los años siguientes le rondaría como una nube inquietantemente oscura o le acecharía en su interior como una sombra de su faceta más sombría"(2). "Estoy loco justo igual que Des Esseintes", (el protagonista de aquella novela).
Y es el caso que en este escritor -que tantos admiradores y detractores ha tenido y aún sigue teniendo y de los cuales ha recibido las mayores alabanzas y las repulsas más profundas- se da la circunstancia de que posiblemente, al menos para él, su vida era más importante que su obra: "¿Quiere usted conocer en qué consiste la gran tragedia de mi vida? Pues en que he puesto mi genio en mi vida; sólo mi talento lo he puesto en mis obras". Esto es lo que le dijo a Gide.
Pero volvamos a la pregunta del principio. Oscar Wilde podría responder a ella en un sentido afirmativo absoluto. Aunque en el decurso de su vida influyeran sin duda en ella innumerables factores, fue expresamente un libro editado en mayo de 1884 el que tuvo, desde aquellos mismos días en que lo leyó, un par de semanas después de su publicación, un influjo decisivo en su futuro y..., en su famosa novela.
Sin embargo, antes de hablar de ese libro y del especial efecto que ejerció en los posteriores acontecimientos de su existencia, a fin de hacer todo ello más comprensible creo necesario pasar de rondón, aunque someramente, por los rasgos relevantes de su vida:
Había nacido en Dublín en 1854; estudió en Oxford y de allí salió Bachellor of Arts con veinticuatro años. Digamos que ha descollado en el estudio de las lenguas clásicas, pero ante todo ha sido seducido por la primitiva cultura griega y está convencido de algo que uno de sus tutores -un helenista- le había inculcado: "Grecia no es el pasado, sino un ideal vivo"(1).
Wilde, que ha visitado en dos ocasiones Grecia, incorpora lo dionisíaco a su vida, ama per se el arte y la belleza y superpone la estética a la ética. Se esfuerza al mismo tiempo en codearse con la aristocracia y con las esferas sociales más poderosas relacionándose en sus salones, para lo cual debe ser frívolo -además de culto que ya lo es- pero ante todo elegante, lúcido, dandy e ingenioso. "Al mundo le parezco -y esa es mi intención- nada más que un diletante y un dandy. (...) En una época tan vulgar como la nuestra todos necesitamos máscaras". No obstante a él, en lo más profundo, lo que le subyuga es el arte y la belleza: "Reconocer la hermosura en una cosa es el punto más delicado a que podemos llegar"; "El arte es escape a un mundo lejano"; "Sólo mediante el arte podemos llegar a ser perfectos..."; "...es fiel al principio de la belleza en todas las cosas, el que busca siempre impresiones nuevas".
Teniendo en cuenta que su creación artística estaba estrechamente ligada, casi sometida a sus ambiciones sociales, Wilde, poeta y crítico de arte como él se presentaba, estaba ya poniendo más en su vida que en su obra. A los veintisiete años y pese a ello publica a su costa un primer libro de poemas, una antología revisada de todo lo que había escrito anteriormente; una poesía que cantaba ya los goces vitales del cuerpo y de los sentidos. A continuación escribe su primer drama teatral; pero siendo ya popular socialmente gracias a su excéntrica indumentaria, a sus alegatos en pro de la belleza y a su fama de esteta le es ofrecido realizar un oportuno viaje por los Estados Unidos dando conferencias sobre esteticismo. El éxito literario se le resistía desplazado por su deseo de brillar en sociedad.
Tiene treinta años, estamos en 1884 cuando Wilde opta por el periodismo y se casa. En su viaje de novios, estando en París, adquiere libros recientemente publicados, y uno de los que se lleva al hotel es À Rebours que ha aparecido unas semanas antes. Aquella novela "...resultaría una de las influencias más poderosas y venenosas sobre la futura vida de Wilde"(2). Considerado como el manual del decadentismo (predilección por las experiencias raras e inmorales, sutiles, artificiosas y prohibidas, recuperación de un ideal de belleza agotado, la exaltación de lo irracional) À Rebours llegó a ser para Valéry su "biblia y libro de cabecera"(2). Wilde reconocerá acerca del mismo: "Este último libro de Huysmans es uno de los mejores que he leído jamás". "A lo largo de los años siguientes le rondaría como una nube inquietantemente oscura o le acecharía en su interior como una sombra de su faceta más sombría"(2). "Estoy loco justo igual que Des Esseintes", (el protagonista de aquella novela).
Tres años más tarde su vida da un giro copernicano. Dice adiós a su matrimonio y a los dos hijos habidos en el mismo y comienza su verdadera época creativa. Ahora más que nunca demandará independencia entre arte y moral y dará rienda suelta a su enaltecimiento de lo dionisíaco y lo pagano. En la cumbre de su fama llevará una peligrosa doble vida.
En 1890 aparece publicado en trece capítulos en una revista El retrato de Dorian Gray; es el resultado de un relato que el editor de aquella revista le había solicitado. "Como todo escritor realmente singular, Wilde escribe siempre sobre sí mismo"(1); seis meses le llevó su redacción; fue su primera y única novela: La idea general, reconoció, se la había inspirado À Rebours. El personaje Dorian Gray estará inspirado en Des Esseintes, el protagonista de esa obra conocida en español como Al revés, A contrapelo o Contra natura de J. K. Huysmans. Le añade un prefacio y seis capítulos, la corrige y aparece como libro el año siguiente. Con este autorretrato -"Contiene mucho de mí"- comienza su época de esplendor. Por medio de sus tres principales personajes se retrata a sí mismo y pregona su concepto de hedonismo y neopaganismo como eje de la existencia humana y la veneración exaltada de la belleza y de la juventud. Lord Henry es el Wilde dandy que arrastra a Dorian Gray a llevar una vida de pasiones desenfrenadas sin fin; el pintor Basil es el Wilde artista; Dorian Gray es el Wilde esteta: "Dorian (es) lo que me gustaría ser -en otra época, quizá".
Ese mismo año Wilde había conocido a su particular "Antinoo", un noble de veinte años con el que inicia una íntima relación que cuatro años más tarde lo llevará a los tribunales, al escándalo y a la cárcel, y poco después a la muerte; tenía cuarenta y seis años. Se había dejado arrastrar por los hechizos de lo prohibido: "...la vida del artista es un lento y amable suicidio y no me apena que así sea". Desde la cárcel escribirá: "...el inventario de mis pasiones perversas y de mis idilios descarriados llenaría unos cuantos volúmenes escarlatas (...) he tenido pasiones anormales y deseos perversos, pero (...) no soy el primer artista marcado así por el destino y no seré el último".
Hasta aquí la influencia decisiva de À Rebours en su vida. Pero volvamos a su novela El retrato de Dorian Gray; he aquí algunas transcripciones de la misma que permitirán valorar la importancia que en ella también tuvo aquel libro:
Cap. X: "Sus ojos cayeron sobre el libro amarillo que Lord Henry le enviaba. Se preguntó qué sería. (...) cogiendo el volumen se arrellanó en un sillón y empezó a hojearlo. Al cabo de unos minutos se absorbió en él. Era el libro más extraño que había leído nunca".
Cap. XI: "Durante años enteros, Dorian Gray no pudo librarse de la influencia de aquel libro..."
"Wilde llegaría a admitir que el "libro amarillo" que había tenido un efecto tan pernicioso sobre Dorian Gray era parecido a su propia reacción cuando leyó por primera vez la novela de Huysmans"(2).
Cap. XI: "Encargó que le trajeran de París al menos nueve ejemplares de la primera edición en papel de gran tamaño con márgenes muy anchos y los hizo encuadernar en colores diferentes de manera que armonizaran con estados de ánimo varios e imaginaciones cambiantes de un carácter sobre el que parecía, a veces, que había perdido totalmente el control (...) el libro entero le parecía contener la historia de su vida escrita antes de que él la hubiera vivido. (...) A Dorian Gray lo había envenenado un libro..."
¡Un libro puede cambiarnos!
Me gustaría seguir hablando sobre Wilde en la próxima entrada. ¡Llegó a ser un personaje tan rico y fascinante!
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(1) De Villena, J. Antonio: Wilde total
(2) Pearce, Joseph: Oscar Wilde: la verdad sin máscaras
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